Estos  días ha saltado la alarma al conocer los últimos datos  relacionados con el sobrepeso y la obesidad infantil, unas cifras que se han disparado en nuestro país. Se calcula que un 19% de los niños españoles son obesos -en 1975 eran sólo un 5%- y un 20% sufren sobrepeso. Estamos por encima de los Estados Unidos donde afecta al 16,9% de los niños.
La OMS (Organización Mundial de la Salud) ha calificado este problema como una epidemia mundial y uno de los problemas más graves de salud pública del siglo XXI. Un niño obeso y con sobrepeso será en el 80% de los casos un adulto obeso con los problemas de salud que esto conlleva. El sobrepeso y la obesidad son el quinto factor de riesgo de mortandad a nivel mundial.

La obesidad es el acúmulo de grasa en el tejido adiposo de una persona condicionando su salud y predisponiéndola a sufrir otras patologías. En adultos se calcula mediante el IMC -Ïndice de Masa Corporal- dividiendo el peso de la persona entre la estatura al cuadrado. Otra forma de calcularlo es  utilizando el perímetro abdominal (un hombre con un perímetro abdominal mayor o igual a 102 cm o una mujer con 88 cm se considera con sobrepeso). En niños no se pueden utilizar estos parámetros por lo que se recurre a unas tablas de percentiles que tienen en cuenta la edad y el sexo. Los niños y niñas con un IMC entre 85 y 95 de dicha tabla padecen sobrepeso.

Lo más habitual es que las enfermedades relacionadas con la obesidad infantil no se manifiesten hasta la edad adulta: enfermedades cardiovasculares (cardiopatías y accidentes cerbrales), diabetes, artrosis , cáncer de endometrio, mama y colon. Sin embargo, cada vez son más los casos de niños diagnosticados de diabetes, hipercolesteremia e hipertensión arterial. El estreñimiento infantil también es otra complicación cuando la dieta es baja en fibra y el ejercicio físico es escaso.
Estos niños tienen más probabilidades de sufrir trastornos emocionales, se sienten distintos, muchas veces rechazados por sus compañeros y no pueden participar en las actividades porque se cansan
rápidamente. Por todo esto pueden volverse depresivos o desarrollar algún trastorno alimentario como bulimia o anorexia.
Las causas de la obesidad infantil son muy claras:
Una mala alimentación a base de productos hipercalóricos, con alto contenido en grasas y azúcares y pobres en vitaminas y minerales.

A pesar de la edad son niños que llevan una forma de vida sedentaria sin realizar actividad física alguna.
Factores genéticos: un niño con uno de los progenitores obesos multiplica por cuatro las posibilidades de serlo también, y por ocho si los dos progenitores lo son. Si es así debemos actuar desde el principio y vigilar atentamente el desarrollo de nuestro hijo para prevenir este problema.
Muchas veces no se trata de factores genéticos si no de malos hábitos alimentarios en la familia.
Hay una serie de recomendaciones a seguir para prevenir la obesidad infantil:
Lo primero es actuar desde el principio, enseñar a los niños a comer bien, sano y variado. Un niño debe comer frutas, verduras, legumbres, cereales (mejor si son integrales) y frutos secos.
Hay que disminuir la ingesta de grasas y sustituir las grasas saturadas (mantequillas, bollería, grasas animales) por grasas instauradas (aceite de oliva, frutos secos, pescados azules).
Un niño nunca debe salir de casa sin desayunar y no puede saltarse ninguna de las comidas.
A media mañana o para la merienda el bocadillo de toda la vida y algo de fruta es la mejor opción, aunque lo más cómodo sea meterle un bollo en la mochila.
Es recomendable que las comidas se hagan en familia y que los niños aprendan a comer viendo a sus padres. Hay que aprovechar estos momentos para conversar  y no para ver la televisión.
A la hora de hacer la compra debemos decantarnos por productos saludables, no por platos preparados hipercalóricos y con grasas no recomendables y cocinar en casa. Aunque nos ocupe parte de nuestro tiempo, la salud de nuestra familia nos lo agradecerá.
Evitar el consumo de bebidas carbonatadas, altamente calóricas y aumentar el consumo de leche ( desnatada si es necesario). La leche o los productos lácteos son imprescindible para el buen desarrollo de los niños.

Un niño tiene que realizar ejercicio físico a diario. Si va a realizar alguna actividad extraescolar elijamos aquellas no sedentarias, ya pasan muchas horas de clase en su silla sin moverse.  Limitemos las horas que pasan frente a la tele, ordenador, videojuegos .
Cambiar el estilo de vida no es una tarea fácil pero para nada imposible; lo más sencillo es educar a nuestros niños para que lleven una vida sana, con una alimentación equilibrada y buenos hábitos desde muy pequeñitos. Los niños son las víctimas de estos problemas y está en nuestras manos prevenirlos o actuar para revertir esta situación.

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