Si pensamos en qué fruta fresca es típica de Navidad sin duda todos coincidiríamos en la misma: la piña. Aunque podemos encontrarla en las fruterías durante todo el año es en esta época cuando más se comercializa. Presentar en la mesa una fuente de piña en estas fiestas de copiosas comidas nos va a ayudar tanto por sus propiedades digestivas como por lo refrescante que resulta esta fruta tan saludable. Veamos algunas de ellas.
La piña es una fruta altamente diurética. Favorece la eliminación de líquidos del organismo y mejora la circulación sanguínea.
Es muy digestiva, tiene la propiedad de acelerar el metabolismo, actuando sobre las grasas y las proteínas facilitando su digestión. Además elimina las bacterias intestinales nocivas.
Su alto contenido en fibra así como su bajo aporte calórico la hacen una fruta ideal para personas que deseen perder peso y sigan una dieta hipocalórica.
Pertenece a la familia de las Bromeliáceas porque contiene una sustancia denominada bromelina que le confiere propiedades antiinflamatorias. Ayuda en la cicatrización de heridas.
Tiene vitamina C, manganeso, vitamina A y beta-caroteno, por lo que potencia el sistema inmunológico actuando contra las enfermedades, mejora el aspecto de la piel, cabello, uñas y dientes y protege contra los radicales libres y por lo tanto contra el cáncer.
Con un cuchillo bien afilado cortamos la base – que tiraremos- y después la parte de las hojas de la piña – que reservaremos para adornar más tarde-.
Ponemos la piña de pie sobre la base y la cortamos por la mitad, sin separarla cortamos de nuevo las dos mitades que nos quedan en tres trozos cada una, resultando seis trozos o barquetas de piña en total que ya podemos separar. Tenemos que procurar hacer los cortes del mismo grosor para que nos queden todos iguales.
Ahora a cada una de las porciones de piña le retiramos la parte dura central cortándola a lo largo con el cuchillo, ésta la despreciamos. Sólo nos queda retirar la corteza, para ello sujetamos la pulpa de la piña con una mano y con el cuchillo la vamos separando de la corteza. En cada una de las barquetas cortamos la pulpa en porciones más pequeñas -unas seis o siete- y las separamos unas de otras en forma de zig-zag.
En una fuente redonda ponemos la parte superior de la piña con las hojas que habíamos reservado en el centro y alrededor las barquetas.
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