Sabido es que la alimentación es un hecho cultural más allá de lo que consideramos una necesidad primaria de nuestro organismo. Hemos de alimentarnos para poder sobrevivir, pero existen muchas maneras de hacerlo. De ahí que los hábitos alimenticios propios, al igual que sucede con nuestra forma de vestir, nuestro folklore, los ritos de todo tipo o la propia expresión de nuestros sentimientos, nos resulten familiares y tranquilizadores, como si hubiésemos sido nosotros los que los hubiéramos inventado. Por el contrario, ciertas costumbres exóticas, otras formas de expresión extrañas y, cómo no, otra manera de alimentarse nos pueden llegar a parecer raras, ridículas o directamente repugnantes.
De ahí emana el concepto de gastronomía. Los humanos somos los únicos seres vivos que trascendemos el concepto de la pura alimentación para llegar a transformar el hecho de nuestra nutrición en un producto cultural, artesano y, en ocasiones, hasta artístico. La moderna sociedad de la comunicación que permite el hecho de la existencia de este blog, permite asimismo la posibilidad de conocer y ahondar en nuevas formas de elaborar los alimentos, de modo que hoy en día encontramos términos gastronómicos -como sushi, arepas, kebab, etc.-que nos suenan prácticamente cotidianos.
En cualquier caso, toda sociedad estima y se identifica con una gastronomía que siente como propia, que se ha ido desarrollando con el paso del tiempo, que ha evolucionado a través de los años y los siglos y que, a pesar de ellos, conserva ciertas señas de identidad que consideramos irrenunciables porque nos recuerdan que pertenecemos a una determinada comunidad.
El mecanismo mediante el cual sentimos como propios nuestros hábitos alimenticios (y el resto de nuestros comportamientos culturales) se denomina en Sociología proceso de socialización, y para cualquiera de nosotros es lo que llamamos educación. Se nos educa, desde pequeños a comer de una determinada manera, a observar una serie de normas de urbanidad ante la mesa y, cómo no, a estimar o despreciar determinados alimentos.
Nuestra dieta, independientemente de que la consideremos deseable porque es nuestra, es un auténtico privilegio. La variedad de los recursos alimenticios de nuestro país es incomparablemente más rica que la de la mayoría de las culturas y los productos que la constituyen contribuyen de forma activa a conservar nuestra salud. No quisiera dar la impresión de que el mensaje que quiero transmitir es el de aislarnos gastronómicamente del resto de las posibilidades que hoy se nos ofrecen; al contrario, toda muestra de interculturalidad es enriquecedora. No obstante, aquellos que tenemos la responsabilidad de educar a nuestros hijos, deberíamos tener presente que los hábitos alimenticios de los más jóvenes están cambiando hacia una forma de alimentarse que no siempre es la correcta. Fomentar un comportamiento en el que la aceptación de nuestra tradición alimenticia vaya admitiéndose como deseable desde muy pequeños y conservándose en la edad adulta, debería ser una prioridad educativa.
El mecanismo mediante el cual sentimos como propios nuestros hábitos alimenticios (y el resto de nuestros comportamientos culturales) se denomina en Sociología proceso de socialización, y para cualquiera de nosotros es lo que llamamos educación. Se nos educa, desde pequeños a comer de una determinada manera, a observar una serie de normas de urbanidad ante la mesa y, cómo no, a estimar o despreciar determinados alimentos.
Nuestra dieta, independientemente de que la consideremos deseable porque es nuestra, es un auténtico privilegio. La variedad de los recursos alimenticios de nuestro país es incomparablemente más rica que la de la mayoría de las culturas y los productos que la constituyen contribuyen de forma activa a conservar nuestra salud. No quisiera dar la impresión de que el mensaje que quiero transmitir es el de aislarnos gastronómicamente del resto de las posibilidades que hoy se nos ofrecen; al contrario, toda muestra de interculturalidad es enriquecedora. No obstante, aquellos que tenemos la responsabilidad de educar a nuestros hijos, deberíamos tener presente que los hábitos alimenticios de los más jóvenes están cambiando hacia una forma de alimentarse que no siempre es la correcta. Fomentar un comportamiento en el que la aceptación de nuestra tradición alimenticia vaya admitiéndose como deseable desde muy pequeños y conservándose en la edad adulta, debería ser una prioridad educativa.
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Estoy de acuerdo contigo besitos
¡Qué gran entrada! La riqueza gastronómica de nuestro país no debería verse olvidada por importar productos y platos de otros países que en la mayoría de los casos no son demasiado sanos.
Me parece bien complementar y ampliar nuestras miras culinarias, pero sin olvidar nuestras raíces que son bien ricas y sanas
¡Besos mil!
Muchísimas gracias Cuca. Es importante no olvidar nunca nuestras raíces incluidas las gastronómicas aunque estemos abiertos a otras culturas.
Un besito 🙂
Un besito grande para ti Inma.