Verano es sinónimo de vacaciones, es decir, algo tan importante y necesario como un cambio de hábitos y horarios que nos ayudan a romper con la monotonía que rige nuestras vidas durante todo el año. Esto está muy bien pero debemos tomar ciertas precauciones para que estos cambios no afecten a nuestra alimentación, minimizar los efectos que el desorden que reine en nuestras vidas pueda ejercer sobre nuestra salud.

No podemos olvidar mantener una correcta hidratación sobre todo en los grupos más vulnerables, ancianos y niños. Aunque no sintamos necesidad de beber, tenemos que tomar agua abundante a lo largo del día. Las bebidas azucaradas y el alcohol podemos sustituirlas por refrescos sin azúcar, infusiones, zumos naturales y limonadas.
Si comemos fuera de casa tengamos especial cuidado con los alimentos más perecederos como pescados frescos, mariscos y salsas fácilmente contaminables con Salmonella. No olvidemos conservar los alimentos de forma adecuada y no romper la cadena del frio. Aunque nos levantemos más tarde de lo habitual no dejemos de tomar un desayuno completo. Aprovechemos también el buen tiempo para realizar ejercicio al aire libre.
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