Oporto situada al
norte de Portugal junto a la desembocadura del río Duero, cuya
cercanía con España hace que sea un destino muy cómodo
y atractivo para los turistas españoles, incluso para una
escapada de fin de semana, es un lugar muy especial. Una ciudad para
recorrerla andando, disfrutando al máximo de sus
estrechas callejas cargadas de historia y nostalgia que la
UNESCO ha declarado Patrimonio de la Humanidad.



La historia de la ciudad se halla necesariamente ligada a la historia de sus vinos; uno de los emblemas que más definen el lugar y que, sin embargo, no se corresponden con la ciudad misma sino con Vila Nova de Gaia.

Aunque a primera
vista pueda parecer que Vila Nova de Gaia forma parte de Oporto, en
realidad forma parte de la zona metropolitana de la ciudad. Se
encuentra situada en el margen izquierdo del río Duero, justo
enfrente de Oporto.
Para llegar a Gaia
desde Oporto basta con cruzar el Puente Luis I. La forma más cómoda
de cruzarlo es a pie o en autobús por la parte baja del
puente. De este modo se llega a la orilla del río de Vila Nova, que
es justo la zona donde están situadas sus afamadas bodegas
Una de las estampas más típicas de esta zona son los llamados "rabelos", unos barquitos de madera que se construyeron originariamente para el transporte de los toneles de vino y hoy en día se utilizan como reclamo turístico para hacer pequeños cruceros por el Duero.
Una de las estampas más típicas de esta zona son los llamados "rabelos", unos barquitos de madera que se construyeron originariamente para el transporte de los toneles de vino y hoy en día se utilizan como reclamo turístico para hacer pequeños cruceros por el Duero.
La
diferencia fundamental del vino de Oporto con el resto de los vinos,
es el aguardiente que se le añade para interrumpir la
fermentación. De esta forma se conserva la dulzura original de las
uvas conservando un alto nivel de alcohol.
La idea de
añadirle aguardiente al vino surge en el siglo XVII, cuando los
comerciantes ingleses se interesan por comprar vinos portugueses;
estos vinos no soportaban los largos viajes en los barcos en los que
los transportaban, así que empezaron a fortalecerlos con aguardiente
para que no se estropearan. El resultado es lo que hoy conocemos como el vino de Oporto que podemos catar mientras visitamos cualquiera de sus bodegas.
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Me encanta Oporto es una ciudad para pasear y disfrutar. Su vino de Oporto me encanta para tomar con los postres, es delicioso! bicos
ResponderEliminarTenemos mucha suerte tener un país tan bonito tan cerca. Me encanta Portugal, nunca deja de sorprenderme.
EliminarUn besiño Viví :)
No conozco oporto y eso que me encanta viajar, gracias por acercarnosla un poquito y así poder conocerla más, habra que ir a visitarla jeje. besitos
ResponderEliminarOporto es una ciudad llena de magia y sus bodegas son impresionantes. No dudes en visitarla en cuanto tengas ocasión, merece la pena.
EliminarUn besito :)
Qué suerte disfrutar de este vino en su estado más puro! Te habrás traído alguna botella...?
ResponderEliminarConozco Oporto, me encanta esa ciudad pero no sabía de la existencia de los rabelos, ni he visto ninguno. me ha gustado saber el poque se le añade orujo a su vino. una interesante entrada. un abrazo
ResponderEliminarTengo muchísimas ganas de ir, ver sus azulejos tan preciosos y por supuesto las bodegas y traerme de recuerdo alguna botellita de Oporto .Me ha encantado leer tu post!
ResponderEliminarBesos